Bastó un instante de encuentro fugaz
para que tu mirada ajena y solitaria,
se fundiera en un abrazo continuo.
Mil miradas coincidieron en mis ojos
algunas turbias, fatales, esquivas
que se alejaron disueltas en el
viento.
Otras cálidas, brillaron generosas,
sostuvieron mi huella perdida
y encontraron su camino junto al mío.
Pero son tus ojos,
los que apaciguan mi sed,
los que apaciguan mi sed,
devuelven el aliento extraviado,
yerguen mi figura encorvada,
alumbran la noche de mis miedos
y encienden el lucero a la mañana.
Tu mirada es mi patria, mi luz,
el sonido del viento que acaricia mi
rostro
junto al aguacero tardío que refresca.
Yo la busco y me sostiene,
me reconstruye, me edifica y enciende.
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